España si no ha llegado aún corre el peligro de convertirse en una casa sin amo, donde cada mañana se levanta y sale a la calle un buen número de activistas radicales dispuestos a tomar las calles para simular la marcha hacia el lejano Oeste y sembrar los disturbios que sean necesarios y toda clase de incomodidades a los ciudadanos.
Cada mañana sale a la calle un buen número de activistas radicales a tomar las calles y simular la marcha hacia el lejano Oeste
Ahora son los taxistas pero la nómina es muy larga y les ahorramos enumerarla, está en la mente de todos porque todos la sufrimos, especialmente en Madrid, Barcelona y las grandes ciudades, que se han convertido en teatro de operaciones de cualquier maniobra reivindicativa.
Ahora son los taxistas pero Madrid, Barcelona y las grandes ciudades son teatro de operaciones de cualquier maniobra reivindicativa
El modo de proceder es siempre el mismo: se diseña un discurso más o menos maximalista y demagógico que sirva para movilizar a un número elevado de personas. A continuación se inicia una marcha reivindicativa en el interior de las ciudades o llegando desde fuera de ellas para organizar el caos cuando llegan, por supuesto sin solicitar ni concedérseles ningún tipo de autorización en la mayoría de los casos. Mejor sin permiso, la sorpresa y la desorganización causan mayores estragos y más impacto en los viandantes y en la opinión pública.
La “marcha” requiere no sólo un buen número de personas sino que debe ir acompañada de los recursos que el grupo tenga a mano para bloquear el tráfico y la movilidad de los restantes ciudadanos, a los que últimamente, se les pide cínicamente disculpas por las molestias causadas. O sea, un atropello que pide al atropellado que padezca el Síndrome de Estocolmo.
Estos activistas radicales vienen logrando que algunos políticos y medios de comunicación ejerzan ese papel de comparsas del atropello
Lo que sorprende es que en los últimos tiempos, estos activistas que se adueñan de la calle vienen logrando que algunos grupos sociales, especialmente entre los políticos y algunos medios de comunicación, ejerzan ese papel de comparsas del atropello ciudadano y colectivo.
“No puede reprochárseles su actitud, están defendiendo sus derechos”, se oye decir a muchos políticos y periodistas, que culpan a sus adversarios en el poder por no conceder a esos colectivos las reivindicaciones que piden, sean cuales sean, justas o injustas.
Lo dicho, una casa sin amo.